jueves, 7 de junio de 2018

Continuamos para bingo

¡Madre mía! He visto que mi última entrada es de enero de 2016. Llevo un poco de tiempo con este blog en el olvido.
También he visto que la idea de un tercer hijo viene siendo algo recurrente en mí desde hace años ya. Algo que ha estado yendo y viniendo, apareciendo y desapareciendo en mi vida, mi cabeza y mi ánimo.
El mes pasado decidimos intentarlo por última vez y pasé mucho miedo. Mucha ilusión, pero también mucho miedo. Miedo a que algo no fuera bien, miedo a tener que tomar la decisión de abortar, miedo a tener que vivir ese proceso y a cómo reaccionaría a él. Sí, sé que me estaba adelantando como doscientas pantallas del videojuego, pero también sé que así soy yo: quiero estar preparada para lo que venga para poder recibirlo de la mejor manera posible, y a veces eso es contraproducente. No me daba miedo el cansancio de criar a un tercer hijo, ni la organización, ni volver a poner el contador a cero, como dice mi marido. Me daba miedo que no estuviera sano.
 
Después de leer unas estadísticas donde decía que la probabilidad de una mujer con 41 años de tener un hijo con síndrome de Down era de 1/79, me entró el pánico total. Me pasé los días chateando con amigas de confianza: una médico, otra buenísima amiga, otra pediatra, además de mi hermana, para contarles mis miedos e intentar tranquilizarme. La verdad es que han tenido una paciencia admirable conmigo. Pensaba que si me venía la regla, no lo intentaría nunca más. Al final la regla se me adelantó bastantes días y me trajo alivio y también tristeza. 
 
Me da mucha pena cerrar este capítulo. Mi hija pequeña va a terminar infantil y no hay ninguna que venga detrás. Su bata bordada con su nombre que elegí cosí con tanto cariño ya no la va a usar otra niña de tres años. Ya va perdiendo hasta la carita de bebé, se le va poniendo más cara de niña, manos de niña, bracitos menos regordetes. Es ley de vida que así sea, pero me da mucha pena. Se me han pasado rápido todos estos años y a veces pienso que no los he disfrutado como debería, pero la cuestión es ¿Cómo debería haberlos disfrutado? ¿Hay algún estándar o alguna norma que lo diga? ¿O cada madre lo vive de una manera?
 
Supongo que quizás es el momento de pararse en el camino, mirar atrás y ver lo que he recorrido hasta aquí. Ver dos crianzas, por supuesto, sin terminar, pero sí dos crianzas de niñas que ya no son bebés, que ya han dejado la primera infancia, y pararme a pensar en lo que he hecho y en lo que he vivido. Y también prepararme para lo que viene a partir de ahora.

jueves, 21 de enero de 2016

Los pasos perdidos



Esta canción de Pedro Guerra me llena de nostalgia, y eso que mis hijas no tienen la edad que le supongo a Lara, la protagonista de sus versos. Estoy viendo crecer a estas dos niñas, tengo que cerrar su etapa de bebés, y la verdad es que me está costando. 

Es como si, de repente, se me estuvieran olvidando las noches en vela, los biberones (sí, señora, yo les dí biberón), el eterno aspirador de mocos ese en el que tenías que chupar, las papillas, cogerlas en brazos, ponerlas en la hamaca, aquellos ruiditos que hacían. Es como si sólo me quedara un vago recuerdo, poco nítido, de todos aquellos días. Pensar que no van a volver me da mucha pena, es como si quisiera ahora revivirlo a toda prisa cuando sé que tengo que decidir si cierro o no esta etapa para siempre.

A veces me dan arranques y pienso en tener un tercer hijo, en todo lo que supondría; volver a vivir un embarazo, las patadas, los movimientos, ver cómo reaccionan sus hermanas, el parto (la verdad es que yo disfruté de mis partos, tuve mucha suerte), también el temido postparto. La lactancia tendría que descartarla casi seguro por la medicación que tomo para la ansiedad, eso quizá sería una espinita clavada ¿o quizá no? Tengo ya dos hijas criadas con biberón y son fantásticas. Seríamos familia numerosa por derecho propio y no por tener dos hijas y una de ellas con minusvalía. Es una idea que me gustaría.

Pero luego aparecen mis miedos. Miedo a que algo vaya mal, a que mi cuerpo no se recupere bien con casi 39 años, miedo a que pase algo con la medicación en el embarazo, miedo a la reacción en el trabajo, miedo a mi futuro profesional, a poder cambiarme a otro sitio. Miedo a no poder atender a los tres como me gustaría, miedo a sentirme culpable. Miedo a querer demasiado y cagarla, miedo a meter la pata... Mi cuerpo reacciona ante ese miedo, También miedo al cansancio, miedo a empezar otra vez todo de cero.... 

Cuando llegue el momento, echaré de menos esos pasos perdidos por el pasillo, esos pasos que llegan hasta mi cama y que se apagan cuando las susodichas trepan hasta llegar a mi lado, esos correteos, esos zapatos de tacón del disfraz de Minnie que les encanta ponerse.

Sí, creo que lo que más echaré de menos cuando se hagan mayores serán esos pasos. A lo mejor, si aguzo mucho el oído, puedo escuchar su eco por el pasillo.





lunes, 13 de abril de 2015

Una de ternura

Casi todos los días mi hija mayor sale del colegio y me entrega un papelito con unos dibujos. Unos días es más grande que otro, unos días es rectangular, otros cuadrado, otro días es una tira alargada. 

Los motivos son siempre parecidos: corazones, flores, mariposas, quizás una casita... y siempre mi nombre en mayúsculas y marcado con color verde (es mi color favorito).

Todos los días me lo guardo en el bolso o el bolsillo y los voy coleccionando, pero me doy cuenta de que el papel es un poco áspero. Le pregunto una de las veces que qué tipo de papel es y me dice que es uno que tiene pegatinas, pero que, cuando las pega en el trabajo que esté haciendo, aprovecha para hacerme un dibujo en él y sacármelo a la puerta.

Y pone mi nombre: MAMA, y además en mayúsculas. Y está coloreado en verde, mi color favorito. Y es para mí, sólo para mí. Ella piensa en mí y en mi color y hace ese dibujo. Para esa mala madre que a veces le grita, que otras veces se despista mirando el móvil mientras ella le habla, que pierde la paciencia, que no siempre tiene ganas de contar cuentos, que sólo pudo darle el pecho 15 días, que....un millón de cosas más. Para esa madre que se siente tan imperfecta y tan poca cosa, que no llega a todo, que se cansa y que se enfada... 

Mirarme a través de sus ojos es quererme y maravillarme de lo que soy y puedo llegar a ser. Es pensar que voy a explotar de ternura, es derretirme viva y sentir el amor en cada uno de mis michelones y estrías. 

Los voy a guardar todos y a ponerles fecha. Y a mirarlos cuando me flaquee la autoestima.

martes, 10 de marzo de 2015

Fulanita ha recuperado su figura a los dos meses de dar a luz

O "Menganita tiene una figura envidiable a sólo dos meses de haber tenido a su pequeño x." O " El plan de Zutanita para ponerte en forma a los tres meses de haber sido madre".

Éstas perlas y otros titulares similares se ven, por desgracia en mi opinión, cada día más en los Medios de Comunicación, incluso en los que no son revistas del corazón o llamadas "femeninas". Me pregunto cómo una revista enfocada a las mujeres y que parece preocuparse por su bienestar publique artículos de este tipo. ¿No se dan cuenta de que esto afecta al 90% de las mujeres que, a diferencia de Fulanita, Menganita o Zutanita son mujeres cotidianas, que han engordado a lo largo del embarazo, que han sufrido una montaña rusa de hormonas en su cuerpo, que han pasado un parto más o menos complicado y ahora están atravesando el post parto entre sueño, compresas,puntos, un nuevo festival de hormonas, cacas, vómitos, tomas...? Iba a decir que no sé que emociones puede experimentar una mujer recién parida que se siente más bien "como un sillón desvencijado" (la expresión no es mía) que como eso, una mujer, pero caigo en la cuenta de que sí lo sé, porque lo he vivido. Después de toda una vida luchando contra la caloría, después de dos embarazos, uno mejor y otro "no tan mejor",y dos partos me sentía como si me hubiera pasado un tren por encima. Me sentía gorda y fea con los kilos de propina post embarazo y la cara blanca y ojerosa. Sólo podía entrar en unas mallas de H & M, mi uniforme, y poco más. 

¿Cómo podemos ver normal que salgan este tipo de artículos, que además son sobre mujeres con las mismas circunstancias que nosotras -lease con ironía- (niñeras, personal de limpieza, entrenador personal...) y que viven de su imagen y tienen todo el tiempo y dinero para poder invertirlo en ella?

Entiendo que no es agradable sentirte con kilos de más tras un embarazo y un parto pero ¿es eso lo más importante en ese momento? ¿No es añadir presión adicional a todo lo que ya de por sí vive una en esta situación? Cada vez estoy más convencida de que las mujeres somos nuestras peores enemigas. No se puede dar tiempo al cuerpo, no, a los dos meses hay que volver a tu talla anterior y, oye, si puedes, a una menos, hacer desaparecer todas tus lorzas (yo tengo tres) y cualquier rastro de que en algún momento no muy lejano tenías dentro de ti a una persona entera y un montón de cosas más.

Ya sé que este tema se ha tratado en otros blogs y páginas web, pero hoy he visto en Facebook un enlace sobre el plan de Elsa Pataky para estar "genial" después de dar a luz gemelos y me he encendido.





miércoles, 25 de febrero de 2015

Amor con biberón. ¿Por qué no hay grupos de apoyo de lactancia artificial?

El otro día andaba yo buscando alguna página web o foro donde se diera apoyo a las madres que, por uno u otro motivo, no han dado el pecho a sus hijos. La verdad es que poco encontré, ahora en 2015 y en 2009 y 2012 cuando lo busqué por necesidad.

En 2009 nació mi primera hija y yo estaba convencida de que no iba a haber ningún problema con el pecho, total, me había leído entero el libro de Carlos González, no podía ir mal la cosa. Después de dar a luz, no podía hacer pis y me tuvieron que sondar. El trato en el hospital fue muy desagradable y yo sólo quería que me quitaran aquella sonda horrible y salir de allí. Poco antes de salir me dijeron que la niña había perdido mucho peso y había que darle un biberón de refuerzo. Así lo hice y ya nos fuimos para casa. En casa, la niña se quedaba dormida en mi pecho muy a gusto, pero no comía nada. Horas interminables, principio de grietas, noches sin pegar ojo por el pecho y por puro nervio de pensar que la niña no estaba comiendo. De lo que no me di cuenta es de que ella se tomaba los biberones de refuerzo sin ningún problema. Llamé a un grupo de apoyo a la lactancia. Sin ni siquiera verme, me dijeron que mi hija tenía que comer como fuera, que había que despertarla para comer y que eso no podía ser. Más nervios. A los 15 días de dar a luz, infección en los riñones causada por la sonda, fiebre de 40, desmayos.. Así que pasamos al biberón definitivamente. Poco a poco me recuperé pero me inundó una sensación horrible de culpa que no me podía quitar. Me sentía peor madre, una floja, una fracasada....

Otro día os cuento lo que me pasó con mi segunda hija en 2012. ¿Os ha pasado algo parecido? Me encantaría que lo contarais para podernos apoyar unas a otras. ¿Te está pasando esto y no sabes dónde acudir? Escríbeme.

domingo, 25 de enero de 2015

Mi primera entrada chispas

Probando, probando... aquí me acabo de lanzar de cabeza a esto. Ni idea de cómo editar y dar forma al blog. En fin, poco a poco. Creo que estoy ya mayor.

Supongo que esto tendría que ser una presentación de por qué hago el blog, qué tipo de cosas quiero publicar... que para eso es la primera entrada.

El blog se llama así porque la maternidad me hace sentir como si estuviera montada en un tobogán; bueno, montada en él o esperando para subir, o arriba del todo, o justo bajando hasta tocar el suelo. Siempre me siento en una de esas tres fases.

Cuando todo parece que va según la rutina y no se descontrola nada, me da la sensación de que estoy haciendo cola para subir, y consiguiéndolo. Cuando todo da la impresión de ir genial, de estar controlado, ahí me siento arriba del todo, sentada y mirando desde mi puesto "superior" a los demás y pienso "oye, no lo estás haciendo tan mal". Eso sí, cuando la situación se descontrola por uno u otro motivo, ahí sí que me siento descendiendo inexorable y rápidamente hacia los infiernos, tobogán abajo, y sin ninguna manera de frenar la caída. Luego toco fondo y al poco tiempo ya estoy otra vez en la cola para subir.

Hay temporadas de más subidas que bajadas, y otras que son totalmente al revés.

Todo esto empezó en 2009, cuando nació mi hija mayor, y siguió en 2012, cuando nació la pequeña. Y aquí sigo, subiendo y bajando del tobogán.